Un nuevo paradigma de desarrollo para la humanidad

Un nuevo paradigma de desarrollo para la humanidad

Hasta no hace mucho las naciones han basado sus índices de crecimiento y desarrollo en la maximización del Producto Interno Bruto (PIB) y del consumo. En ello los números indican que el crecimiento ha sido significativo, es decir, pudiésemos decir que hemos sido eficientes y exitosos. Sin embargo, a pesar de que en las últimas décadas el mundo ha experimentado los mayores avances tecnológicos de la historia, y un gran progreso económico, los habitantes de la tierra nos estamos viendo enfrentados a grandes problemáticas que han hecho cuestionar la viabilidad del modelo. 
Continúan elevados los niveles de pobreza mundual, son escandalosos los niveles de desigualdad, tenemos una crisis ambiental global y hemos tenido aumentos sin precedentes en las tasas de estrés, depresión, suicidios, alcoholismo, drogadicción, ansiedad y automedicación a nivel mundial.
Nuestro país lamentablemente no se ha visto ajeno a ello, sino -por el contrario- ha sido un reflejo fiel de esta dramática realidad. Por ejemplo, en Chile, ostentamos el índice más alto de desigualdad dentro de toda la OCDE y uno de los más grandes en el mundo. Somos la segunda nación que más ha aumentado sus tasas de suicidio (55%) en los últimos 15 años, siendo superado sólo por Corea del Sur. Además, nuestras tasas de depresión y obesidad no están lejos de las de los países más enfermos del planeta.
La buena noticia es que el mundo ya ha tomado conciencia de esto y  en la actualidad existe un consenso internacional respecto de la necesidad de un Nuevo Paradigma de Desarrollo (NPD). Hoy en día, un modelo basado exclusivamente en el crecimiento económico y el consumo se ha hecho insostenible.
Lo que necesitamos es un paradigma distinto de desarrollo, en el cual la búsqueda de la riqueza material se subordine a un modelo de sociedad sustentable, donde el ser humano y toda forma de vida en la tierra estén al centro de este.
El Reino de Bután, ya en los años 70 declaraba al mundo que para ellos era más importante la Felicidad Interna Bruta (FIB) que el Producto Interno Bruto y llevan años abocados a trabajar en ese sentido.
Se ha planteado que la felicidad seria el indicador que mejor puede reflejar la calidad de vida de los individuos y el verdadero progreso de una nación pues se ha descubierto que la felicidad puede ser parte de la solución a las problemáticas que estamos viviendo de manera transversal a nivel mundial. Así, más de 30 años de investigación científica  han demostrado que la felicidad tiene fuertes implicancias en la calidad de vida de las personas.  Personas más felices poseen menores niveles de ansiedad, estrés y depresión; sus sistemas inmunológico y cardiovascular están más protegidos; son menos propensos a la obesidad y a las adicciones y; viven más años. Además, a nivel organizacional, las personas más felices son más productivas, cooperativas y creativas. Finalmente, a nivel social y planetario, las personas más felices protegen más el medioambiente, ayudan de mejor forma a mantener la paz social, y luchan con más fuerza por reducir las inequidades y la pobreza.
Así, siguiendo las recomendaciones y el ejemplo del modelo Butanés, en el año 2011, en un hecho histórico, la Asamblea General de las Naciones Unidas y el pleno de sus miembros –incluido Chile– hizo un llamado formal a la construcción e implementación de este nuevo paradigma de desarrollo basado en la felicidad. Con esta declaración quedaría establecido que la felicidad debería ser el objetivo central de los estados y de las políticas públicas.
A partir de esta resolución del 2011, y a petición de ONU, Bután ha comenzado a liderar el proceso para la implementación de este Nuevo Paradigma de Desarrollo. Para ello, ha convocado a un grupo de trabajo de líderes mundiales –economistas, cientistas sociales, expertos en salud mental, altos representantes de la sociedad civil, del mundo político y espiritual– con el objeto de abordar la tarea de generar las recomendaciones necesarias para implementar este nuevo modelo. Este paradigma debe incluir y medir, al menos cuatro dimensiones complementarias: felicidad y bienestar; uso eficiente de recursos; sustentabilidad ambiental y justicia y equidad. Juntas, estas cuatro dimensiones ayudarán a orientar las políticas globales hacia una sociedad más feliz, pero también más sustentable.
Si bien, el proceso de cambio y transformación -como siempre- es lento y complejo, debemos considerar que ya dimos el primer y segundo paso al tomar conciencia de lo errados que estábamos y al llegar a consensos de por dónde debemos reencauzar nuestro caminar.
Ahora el desafío de seguir avanzando es responsabilidad de todos, por lo que la invitación está hecha: ¡Los invitamos a sumarse al desafío de trabajar para potenciar el bienestar y felicidad propios y de toda su comunidad!